El Partido Revolucionario
Dominicano (PRD) parece no darnos tregua para descansar de esta telenovela
plagada de conflictos, amores y desamores que siempre han caracterizado a esta
organización política desde los tiempos del memorable y apasionado líder José
Francisco Pena Gómez. Parece que nadie se
leyó “El Príncipe” aquí, pues ni las más
elementales estrategias de gobierno efectivo aplican y para nosotros simple espectadores, no se
trata de otra cosa que una jauría de lobos destruyéndose unos a otros, en una
lucha campal por defender intereses seccionados en detrimento del interés
común.
Es de todos bien sabido que la
más reciente crisis tiene su génesis en el 2005, con la vuelta a la oposición
del partido. En un intento por iniciar un proceso de renovación interna, se
escogieron por primera vez en 20 anos los primeros dirigentes mediante una
elección competida, quedando favorecidos por voto universal Ramón Alburquerque
como Presidente y Orlando Jorge Mera como Secretario General del Partido. No obstante, el primer paso de esta nueva
directiva fue la concertación de una alianza con el Partido Reformista Social
Cristiano, denominada “Gran Alianza Nacional”, a fines de obstruir el paso al
PLD en las elecciones congresuales y municipales del 2006. El resultado de dicho acuerdo fue de
dimensiones catastróficas y el PRD perdió la mayoría absoluta en ambas cámaras
y una pérdida notable de las alcaldías a nivel nacional. La popularidad del partido baja a un 14% en
las encuestas principales.
Pero cuando realmente el asunto
se pone álgido es cuando en 2007, un antiguo colaborador de Hatuey de Camps -que
para la fecha ya había abandonado el partido- llamado Miguel Vargas Maldonado ganó
abrumadoramente la nominación a la presidencia de la República por el PRD para
los comicios electorales del 2008. Luego
de su derrota electoral, éste decide pactar con su siempre dudoso “adversario”
político Leonel Fernández una reforma constitucional que prohibía la reelección
consecutiva –la Constitución de Hipólito Mejía permitía la reelección
consecutiva por un período y luego nunca jamás- pero permitía futuras
repostulaciones. De esta forma, se dejan
las puertas abiertas para que el ya tres veces mandatario de la nación pueda
optar nuevamente a la Presidencia de la República en el 2016.
Vargas fue elegido presidente del
PRD por el Comité Ejecutivo Nacional en Mayo del 2009, obteniendo
posteriormente la aprobación del 98% de la militancia del PRD para derogar la
prohibición de que el presidente del partido pusiese aspirar a la Presidencia
de la República en el 2012. En esos
momentos, Vargas Maldonado parecía ser la única opción, hasta que el ex
Presidente Hipólito Mejía decidió regresar al ruedo político y el 6 de marzo
del 2011, mediante Convención Extraordinaria, el 54% de lo los votos arrojan a
Mejía como ganador a la candidatura Presidencial de Partido.
En el 2012, a pesar del
fraccionamiento interno que aún subyacía en el partido, a pesar del expendio
abierto y cínico de los recursos del Estado en la campana política de Danilo
Medina y a pesar de su alianza con 14 partidos minoritarios, el PRD pierde las
elecciones sólo con un 46.95% de los votos.
Desde ese entonces, una cascada
de expulsiones mutuas ha sido el ojo del huracán, situación que aparentemente
ha sido resuelta por la Sentencia 025-2012 del TSE, confirmada por la Sentencia
000-14 del TC, que ratificó la nulidad de la reunión efectuada el 1ero. de
Junio del 2012 por un grupo de seguidores de Hipólito Mejía a nombre de la
Comisión Política del PRD, rechazando así la expulsión de Miguel Vargas
Maldonado del Partido.
En definitiva, Hipólito Mejía
desconoce los resultados de ambas sentencias y anunció el pasado viernes que
definitivamente no participará en la próxima Convención “de Miguel” y exhorta a sus seguidores del
partido blanco a unirse al movimiento denominado “Convergencia por un mejor
país”, en asociación con algunos partidos minoritarios y movimientos de la
sociedad civil.
Ante semejante panorama ,
cualquiera de nosotros podría pensar que el partido del Hacho, luego de 74 anos
aportando a la sostenibilidad democrática del país, podría estar experimentando
prontamente una disección definitiva que lo llevaría a no ser más que un
mamotreto, como ha sucedido con otras organizaciones políticas en el
pasado.
No obstante, la historia nos
demuestra lo contrario. Es imposible
olvidar las circunstancias e ideales social demócratas que dieron margen a la
creación de este partido por parte del joven político e intelectual Juan Bosch,
en Cuba en 1939, con el propósito de combatir la dictadura de Trujillo que tenía
lugar en nuestro país en la época. Este
fue el partido que en 1963 llevó a Juan Bosch a la presidencia, y que a pesar
del posterior derrocamiento del líder a causa de un complot de la CIA, se
mantuvo, y que a pesar de la persecución sanguinaria de Joaquín Balaguer, y a
la oposición norteamericana, se mantuvo como contrapeso de poder ante las
reminiscencias de la dictadura. Aún en
1970, cuando Bosch consideró poco prudente acudir nuevamente al escenario
político, el ya existente líder interno Ramon Francisco Pena Gómez decidió que
el partido no debía desaparecer, sino ser fortalecido y continuar con su misión
histórica en la continuidad democrática de nuestro país.
No podemos olvidar que desde ya,
existían diferencias internas en el partido, que culminaron con la deserción de
Juan Bosch, quien fundó el PLD como partido de izquierda y con estructura de
cuadros. Nótese que el partido no se
disolvió tras la partida de su fundador, fue él quien se marchó y fundó tienda
aparte. Historias similares se han repetido
durante décadas con figuras que han sido pilares del partido: Jacobo Majluta fundó el PRI y Hatuey de Camps
fundó el Partido Revolucionario Social Demócrata, aún a pesar de la muerte de
José Francisco Pena Gómez, no importa cuán convulsa y torpídea haya sido la
evolución de las relaciones internas del partido, la matriz se ha mantenido
intacta y robusta, el Hacho se mantiene encendido.
El pasado viernes, el Ex Presidente
Mejía anuncia que no participará en la próxima convención del partido “de Miguel”
y más aún hace un llamado a sus seguidores a apoyarlo en su “movimiento por la
paz mundial” o algo así, desconociendo la institucionalidad del PRD, que el
partido no tiene “dueños”, pero que sí hay unos estamentos e instituciones que
hay que respetar, no importa quién los represente, más aún cuando la TSE y el
TC se han pronunciado al respecto.
Muchas veces la fricción estática
o dinámica entre dos cuerpos produce desgaste, lo que amerita mantenimiento, reparación
o cambio. Los espectadores de todo este
drama quijotesco podemos caer en el cansancio, los más pesimistas o adversarios
del PRD vaticinan ya la atomización o desaparición de dicha fuerza política, yo
por mi parte, a pesar de reconocer el peso específico que tiene la figura de
Hipólito Mejía dentro del partido, no creo que de materializarse su proyecto
independiente del partido, esta sería la excepción a la regla.
El PRD es un partido con una
declaración de principios, con ideales sólidos, pilar de la social democracia
latinoamericana como forma de reivindicación rol del Estado defensor de los
intereses de la población, a través de la incidencia del mismo para lograr el
bienestar social. Esto es así aunque sus
dirigentes se mantengan ajenos a lo dicho
-al parecer jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos-,
aunque hayan disidencias internas, a pesar de los embates brutales internos y
externos, solamente una entidad con semejante arraigo popular y un propósito validado por la ciudadanía logra
perdurar exitosamente en el tiempo, en la forma que lo ha hecho el PRD.
El PRD no es de Miguel, no es de
Hipólito, como no lo fue de Pena Gómez ni de Juan Bosh, el PRD es una entidad
con estructura propia, con una militancia cautiva dura y estable. Esperemos que los actuales dirigentes logren
honrar los principios del partido, ojalá se logre una unidad de criterios que
les garantice ser una opción de poder en los próximos comicios electorales en
el 2016, pero aún si esto no sucediese, el roble se mantiene erguido…el Hacho
sigue encendido!
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